LOS PAPALAGI
En
el CRIE, esta mañana uno de nuestros profesores en el centro de prácticas,
nos propuso a mi compañero de prácticas Javier y a mí, realizar con él una
actividad. Nosotros aceptamos su propuesta y nos pusimos manos a la obra.
La
actividad consistía en que nosotros teníamos que ir dibujando lo que él nos iba
a leer de un texto, y que luego veríamos los resultados obtenidos.
Y
así, Marcos comenzó leyendo:
“Los Papalagi viven como los crustáceos, en sus casas de hormigón.
Viven entre las piedras, del mismo modo que un ciempiés; viven dentro de las
grietas de la lava. Hay piedras sobre él, alrededor de él y bajo él. Su cabaña
parece una canasta de piedra. Una canasta con agujeros y dividida en cubículos.
Sólo por un punto puedes entrar y abandonar estas moradas. Los
Papalagi llaman a este punto la entrada cuando se usa para entrar en la cabaña
y la salida cuando se deja, aunque es el mismo y único punto. Atada a este
punto hay un ala de madera enorme’ que uno debe empujar fuertemente hacia un
lado para poder entrar. Pero esto es sólo el principio; muchas alas de madera
tienen que ser empujadas antes de encontrar la que verdaderamente da al
interior de la choza.
En la mayoría de estas cabañas vive
más gente que en un poblado entero de Samoa. Por consiguiente, cuando devuelves
a alguien la visita, debes saber el nombre exacto de la aigal que quieres ver,
ya que cada aiga (1) tiene su parte propia en la canasta de piedra para vivir:
la superior o la inferior, la central o la de la derecha, la izquierda o la de
enfrente. A menudo, un aiga no sabe nada de la otra aiga, aunque sólo estén
separadas por una pared de piedra y no por Manono, Apolina o Sauaii (2).
Generalmente, apenas conocen los nombres de los otros y cuando se encuentran en el agujero por el que pasan furtivamente, se saludan con un corto movimiento de la cabeza o gruñen como insectos hostiles, como si estuvieran enfadados por vivir tan cerca.
Generalmente, apenas conocen los nombres de los otros y cuando se encuentran en el agujero por el que pasan furtivamente, se saludan con un corto movimiento de la cabeza o gruñen como insectos hostiles, como si estuvieran enfadados por vivir tan cerca.
Cuando un aiga vive en la parte más alta de todo, justo debajo del
tejado de la choza, el que quiera visitarlos debe escalar muchas ramas que
conducen arriba, en círculo o en zig-zag, hasta que se llega a un sitio donde
el nombre de la aiga está escrito en la pared. Entonces, ve delante de sus ojos
una elegante imitación de una glándula pectoral femenina, que cuando la aprieta
emite un grito que llama a la aiga. La oiga mira por un pequeño atisbadero para
ver si es un enemigo el que ha tocado la glándula; en ese caso, no abrirá. Pero
si ve a un amigo, desata el ala de madera y abre de un tirón. Así el invitado
puede entrar en la verdadera cabaña a través de la abertura.
Incluso esta cabaña está dividida por paredes de piedra en pequeños
cubículos. Para pasar de una parte a otra, entras en cubículos cada vez más
pequeños. Cada cubículo, llamado habitación por los Papalagi, tiene un agujero
en la pared, y los mayores a veces tienen dos o tres para dejar pasar la luz.
Estos agujeros están tapados con una pieza de vidrio que puede ser movida
cuando ha de entrar aire fresco en la habitación, lo cual es muy necesario. Hay
también muchos cubículos sin agujeros para la luz y el aire.”
La gente como nosotros se sofocaría rápidamente en canastas como
éstas, porque no hay nunca una brisa fresca como en una choza samoana. Los
humos de las chozas-cocina tampoco pueden salir. La mayor parte del tiempo el
aire que viene de afuera no es mucho mejor. Es difícil entender que la gente
sobreviva en estas circunstancias, que no se conviertan por deseo en pájaros,
les crezcan las alas y vuelen para buscar el sol y el aire fresco. Pero los
Papalagi son muy aficionados a sus canastas de piedra y ni siquiera sienten lo
malas que son.
Una vez que nos había leído la
historia, y procedimos a explicar nuestros dibujos, el cual el resultado del mío
fue el siguiente:
Yo según escuchaba la historia, veía
en mi imaginación unos pequeños seres diminutos que vivían en la naturaleza, en algún hábitat muy extraño,
y que para acceder a ellos, había que ir superando una serie de obstáculos,
porque eran unos seres que a los que no les gustaba tener relación con los
demás seres vivos del entorno y que tenían una serie de características muy
especiales para que pudieran vivir.
Sin embargo, al acabar nuestra
explicación, Marcos nos mostró el resultado, de a lo que verdaderamente hacía referencia
la historia, y era al algo asombroso. La historia hacía referencia a los seres
humanos, y como desarrollan sus vidas en el entrono. Al principio tengo que
reconocer que me resulto un poco sorprendente, pero al volver a leer la
historia, me di cuenta que realmente era totalmente cierto lo que reflejaba la
historia.
Esta historia, lo que nos quiere
transmitir es que los seres humanos difícilmente aceptamos los prejuicios que hay presentes en
nuestra sociedad, y que tratamos de evitarlos porque no nos atrevemos a
reconocerlos, e incluso en algunas ocasiones involuntariamente los etiquetamos
a otros, y no nos acordamos que los tenemos mas presentes de lo que pensamos.
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